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Foto: M. À. Cañellas

La estadounidense, que está pensando en venir a vivir a España, asegura que es una mujer normal con un don

Sondra Radvanovsky hizo historia el verano pasado en el Teatro Real de Madrid al ofrecer durante varios días un bis de Vissi d’arte, en Tosca (Puccini). Hoy, la norteamericana, que está planeando instalarse en España, será la estrella de La Noche de losSentidos en el exclusivo hotel CapRocat.

Está considerada como una de las sopranos más importantes del mundo. Es un gran honor, pero también una gran responsabilidad. ¿Cómo lo vive?
—Diría que es un privilegio, esa es la palabra. Tengo un don; mi trabajo es protegerlo, preservarlo y usarlo de la mejor manera. Mis padres me criaron bien en ese sentido. Mi deber es compartir mi don con la gente y eso también implica hablar con el público, con los demás. Y desgraciadamente no todos los artistas se dan cuenta de ello. Cantar es lo más fácil, mis músculos saben qué hacer; la otra parte del trabajo es lo difícil porque lleva mucho tiempo.

¿Se refiere a las redes sociales, también?
—Sí, a mí me gusta que el mundo me vea cómo soy. Siempre les digo a las artistas, especialmente a las jóvenes, que piensen dos veces antes de publicar algo en Instagram o en Twitter, que piensen en cómo quieren que les vean los demás. Yo lo cuento todo, que murió mi madre, que me divorcié… Y yo misma lo gestiono todo, contesto personalmente. Como me dijo Plácido Domingo:‘Tú cantas, pero esa es solo una pequeña parte del trabajo’. Él fue mi mentor y ha ayudado a muchos artistas, sobre todo jóvenes que están empezando. Me aconsejaba que me dedicara tiempo a mí misma, que descansara y que cuidara de mi voz, porque solo tengo una. Conmigo siempre ha sido muy amable y nunca me ha hecho ni dicho nada malo.

¿Y a usted cómo le gusta que la vea el mundo?
—Que vean que soy una persona normal y corriente. Me pongo los calcetines, me enfado, tengo días malos, también lloro… Lo que tengo dentro del cuello es lo especial. En ese sentido, hay dos Sondras. La que está sobre el escenario y la que no. No puedo cantar cuando no estoy feliz o cuando lloras. No soy una diva, eso es algo muy antiguo y pasado de moda. Una diva para mí es una mujer que tiene un don, que es muy talentosa, y que lo usa en beneficio a los demás. Beyoncé sí que es una diva, en un sentido positivo, claro, porque comparte su don con la gente y con la cultura pop. Y yo intento hacer lo mismo con la ópera. Hay que mantener a la ópera viva. De hecho, en la pandemia hice una especie de talk show con mi mejor amiga, Keri Alkema, que se llama Screaming Divas.

¿Para compartir las penas?
—Sí, porque la ópera es un mundo muy cercano, es como una familia y, como tal, nos echábamos de menos. Así que pusimos en marcha este proyecto, que también se puede escuchar como un podcast, en la que hablamos de música, pero también de otras cosas, de emociones… Ahora está parado, pero el 1 de agosto lanzaremos un nuevo episodio.

Para mucha gente, desafortunadamente, la ópera continúa siendo un género rígido y elitista. ¿Lo cree así?
—Estoy de acuerdo. Soy muy firme en eso. En Europa estamos más avanzados que en Estados Unidos. En Europa asistimos a un renacimiento de la ópera, sobre todo con las nuevas generaciones. Creo que es muy importante que en el escenario haya un arcoíris con todos los colores, nacionalidades y el colectivo LGTBIQ+. No es tan relevante quién es la persona que está en realidad sobre el escenario, porque todos estamos actuando. Por eso puedo interpretar a una joven de 20 años teniendo 53 o un hombre gay puede mantener una relación romántica con una mujer. Y la ópera por fin se está dando cuenta de ello.

¿El asunto pendiente es traer la actualidad a la ópera?
—Sí, creo que faltan óperas que hablen de historias actuales. Evidentemente que se tiene que representar Madamme Butterfly, pero ¿por qué, por ejemplo, no escribir una ópera sobre la pandemia?

En el programa que interpretará esta noche Verdi es uno de los grandes protagonistas. Precisamente se la considera una de las grandes sopranos verdianas. ¿Cómo ha confeccionado el repertorio?
—He elegido yo las piezas, aunque lógicamente lo he trabajado con Ilias Tzempetonidis. En los conciertos me gusta hablar con el público entre pieza y pieza. Para mí, un recital no es solo música, también es una oportunidad para que me conozcan a mí, a la orquesta, al director o a la localización. Elegí estas piezas porque cuentan una historia sobre mí y mi carrera.